Escalofriantemente, como si el mismo Bien se sintiera fusilado, todos en desalmada terquedad no aceptan que lo que tiene que manifestarse en este mundo (en la máxima e ineludible prioridad) es siempre la racionalidad; ésta sintiéndose ayudada, atendida y nunca desplazada por "otra cosa" (ni siquiera por una falsa razón o por una falsa ética o por una falsa esencia o bien).
Ya que todos los seres humanos son expertos en falsearlo, de una manera pilloperfecta (a través de la hipocresía o de la manipulación psicológica), absolutamente todo.
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